Que bonito es querer, querer sin más, sin complicaciones, teniendo a esa persona cerca, a diario, con las discusiones tontas y justas y con el bonito polvo de reconciliación, hablando claros; a estas alturas no vamos a ponernos con un vocabulario exquisito.
Lo malo y doloroso es cuando quieres sufriendo, cuando esa persona está lejos, cuando discutes por la mínima estupidez y el polvo bendito y maravilloso brilla por su ausencia.
Os preguntaréis el por qué de ese sufrimiento. Aquí estoy yo para explicarlo, claro que sí.
Sufres porque tienes miedo. Cuando llevas una relación a distancia, lo que te invade es el miedo, el miedo a perder a la persona que tanto quieres y de pensar que hay otras personas que también pueden llegar a quererla. Impotencia, inseguridad, angustia, un cúmulo de sentimientos que te penetran.
Vives con el pensamiento de qué hará, de si te cuenta todo lo que hace, de si oculta algo o qué; pero claro, tu confianza es plena en esa persona y te da igual todo, que sigues confiando en ella.
Luego están las FANTÁSTICAS personas (ironía) que pretenden meterse en tu relación y que se quieren follar a tu pareja; y claro, tú estás a "tropocientos" kilómetros de distancia y tu impotencia aumenta y encima, tienes que estar relajadita. Pues no. Punto. La relajación acaba llegando al punto límite y lo único que te apetece es matar y acribillas a la persona que se te pone por delante. Esto es así.
Me sitúo en el grupo de las segundas personas, las que son masoquistas y les gusta sufrir por lo que quieren pero, que, a pesar de todo, tiran hacia delante.
Fin.
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